Entre los municipios de Arbúcies y Sant Feliu de Buixalleu, en la provincia de Girona, encontramos el castillo de Montsoriu. Esta fortaleza fue el hogar de los vizcondes de Cabrera hasta el siglo XV, cuando la abandonan para trasladarse al castillo de Blanes.
Con el
paso de los años el castillo pasa a manos de la familia Ribot, que en 1998 lo
cede a la comarca de La Selva, que se encarga de restaurarlo y después de
múltiples mejoras, lo abre al público en 2011.
El castillo de Montsoriu y las guerras
La
fortaleza de Montsoriu es testigo de numerosas contiendas bélicas que le llevan
a sufrir un gran deterioro durante años. Especialmente dura fue la conocida
como guerra de los remensas (1462-1472).
En el
siglo XI la mayoría de los campesinos catalanes eran libres, pero los
enfrentamientos entre los nobles fueron restándoles cada vez más derechos. En
el año 1202, las Cortes de Cervera imponen lo que se conoce como Malos usos
señoriales, que son los tributos que los campesinos tenían la obligación de
cumplir.
Se
denominaba remensa en la Edad Media, al pago que los labradores debían hacer al
señor feudal si querían abandonar la tierra que trabajaban. Estaban unidos
forzosamente al pedazo de terreno que cultivaban por este gravamen y otros
tantos. Los nobles con esto pretendían que los aldeanos no abandonasen el territorio
y emigrasen a las ciudades.
Las
desigualdades entre la nobleza y el campesinado fueron aumentando
paulatinamente, hasta provocar una revuelta que acabó extendiéndose y duró diez
años, comenzando en lo que se denominaba Cataluña Vieja.
Distintos monarcas intentaron mejorar la vida de los campesinos, pero no es hasta 1486, con la Sentencia de Guadalupe, cuando desaparecen totalmente los Malos usos señoriales.
Posteriormente,
las deudas que acumula la familia Cabrera les obliga a vender el castillo de Montsoriu
al conde de Aitana, y así va de mano en mano, hasta que en el año 1757 pasa a
formar parte del patrimonio de los duques de Medinacelli.
Durante
la Guerra de la Independencia (1808-1814), el castillo es ocupado por las
tropas francesas, y posteriormente son los soldados que combaten en la Primer
Guerra Carlista (1833-1840) los que tomarán posesión de él.
Pero la fortaleza de Montsoriu no solo tuvo que soportar varias contiendas bélicas, también las inclemencias del clima se aliaron contra ella. Hacia 1240 se desataron en la zona grandes lluvias y tormentas, que provocaron graves inundaciones. Un rayo alcanzó la torre más elevada del castillo, partiéndola en dos. El agua penetró en las dependencias privadas de la familia, con la consiguiente desesperación de los vizcondes de Cabrera, sus hijos y el servicio, que ante el miedo que les despertó la fuerza de la naturaleza, solo encontraron consuelo pidiéndole a la virgen de Montserrat que les resguardase de la desgracia.
Leyendas del castillo de Montsoriu
Varias
son las leyendas que se cuentan sobre esta fortaleza catalana, y la mágica
noche de San Juan es protagonista de más de una de ellas.
Algunas hablan de riquezas, de premios para valientes. Es la festividad de San Juan,
llega la medianoche y el sonido de las campanas del cercano municipio de Breda
llega hasta el castillo. Al primer tañido, se abre la puerta del recinto. El
osado que se atreve, entra de inmediato, llena un saco de trigo y sale antes de
la última campanada de las doce. Sin mirar el contenido del saco en ningún
momento, corre hasta cruzar un arroyo cercano, y el trigo de repente se ha convertido
en oro. Si desobedece el consejo y mira lo que hay en el saco, descubrirá que
tan solo ha estado acarreando arena. Si se entretiene y no sale de la fortaleza
antes de la doce, no tendrá más remedio que esperar a la noche de San Juan del
próximo año.
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Escudo de los vizcondes de Cabrera |
Y de nuevo es la noche de San Juan, y una mujer se deja ver en lo alto de una de las torres del castillo de Montsoriu, con un cuerno de caza y una antorcha encendida. Hace sonar el cuerno tres veces y aparece de la nada un caballero montado en un caballo negro, que se la lleva con él, hundiéndose ambos en la oscuridad de la noche.
Y ahora
de pecados y espíritus va la cosa. Doña Guilleuma tenía fama de ser una gran
pecadora, sus amoríos iban de boca en boca de los habitantes del municipio. A
su muerte, su espíritu es condenado a que habite las ruinas del castillo de Montsoriu
por toda la eternidad. Ella, enfurecida, provoca ingentes tormentas que
arrasan, una y otra vez, los cultivos de los lugareños. Nadie se atreve a
acercarse a la fortaleza por la noche, ya que los gritos de doña Guilleuma
aterran a cualquiera que los escuche. Los vecinos de los municipios cercanos al
castillo están desesperados, ya no saben qué hacer. No pueden permitirse perder
sus cosechas un año tras otro, y deciden ir a ver al obispo para que les ayude.
Le recuerdan que una de las funciones del castillo en la antigüedad, era
proteger y dar cobijo a los campesinos siempre que lo necesitasen.
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