Una de las maneras de despedir a un difunto es por medio del enterramiento, basado en la creencia de que los humanos venimos de la tierra y a ella debemos regresar. Pero también se puede utilizar la cremación. Esta costumbre ya se llevaba a cabo en la Edad de Bronce (2200-750 a.C) en la zona donde actualmente se encuentra Grecia. Se tenía la creencia que de esta manera el alma quedaba purficada y su paso al inframundo resultaba más sencillo. Más tarde, el pueblo romano asimiló la costumbre y pasaron a practicarla igualmente.
La palabra cementerio significa en griego "dormitorio", lo que enlaza perfectamente con la religión cristiana, que asegura que los cuerpos duermen en ese espacio esperando el día de la resurrección. También el vocablo necropolis va unido al lugar de descanso de los difuntos, significando en griego "ciudad de los muertos".
La religión cristiana siempre ha considerado la parte carnal del ser humano como algo impuro, donde anidaban las bajas pasiones y la tentación de cometer actos indebidos, por lo que se construían los cementerios alejados de los centros urbanos. Solo quienes estaban libres de cometer pecado, como los santos y martires, eran dignos de ser enterrados en las iglesias.
Sin embargo, el pueblo comienza a pensar que ser enterrado en un camposanto alejado de todo signo de civilización y de espiritualidad, les distanciaba también de dios y exigieron que su descanso eterno también pudiese darse en las iglesias. Estamos en el siglo XIII. Las personas más humildes eran simplemente enterradas cubiertas con una mortaja, mientras que quienes gozaban de una situación más privilegiada reposaban en un ataúd y a mejor situación económica, más cerca del altar.
Pero llega el Siglo XVIII y la acumulación de cadáveres en las iglesias, empieza a relacionarse con enfermedades y epidemias. Es así como Carlos III, en la primavera de 1787, prohibe tajantemente el enterramiento en las iglesias, salvo para personas muy determinadas, obviamente relacionadas con la nobleza.
Pero la gente se rebela y se niega a salir de las iglesias, y tampoco se construyen nuevos cementerios hasta diecisiete años después, bajo el mandato de Carlos IV, pero aun así, el pueblo seguía negándose a ser enterrado en ellos.
Es José I Bonaparte quien se ve obligado a imponer el uso de los cementerios, debido a las cruentas batallas con los franceses. Los huesos del pueblo llano volverán a reposar en camposantos alejados de las ciudades.
El cementerio Feliz de Sapanta, en Rumanía
Este singular cementerio está considerado por la UNESCO Monumento Cultural, cosa poco usual, tratándose de un camposanto. Sus vistosos colores, sus curiosos epitafios y sus dibujos, le alejan totalmente de la imagen tétrica y oscura a la que estamos acostumbrados.
A pocos metros del cementerio, se puede visitar la casa y el taller de su creador, Stan Ioan Patras. Y para los turistas que dispongan de tiempo, el pueblo da Sapanta es otro destino a tener en cuenta.
El cementerio de Highgate
Entre la espesa vegetación, en la ciudad de Londres, encontramos este cementerio con sus tumbas de estilo victoriano y su aire de misterio. Fue creado en el siglo XIX, aunque en la década de 1980 se encontraba en un estado deplorable, hasta que un grupo de personas decidieron recuperarlo. La zona oeste es la más antigua y recomendable para los amantes del misterio. Algunas tumbas parecen estar protegidas por estatuas de perros, ángeles, ovejas o caballos. Cuenta la leyenda que un vampiro vigila el recinto por las noches.
Cementerio Nacional de Arlington
Este cementerio se encuentra en Virginia, Estados Unidos. Cercano al Pentagono y al río Potomac, alberga el cuerpo sin vida de militares de distintan guerras. Se construyó durante la Guerra de Secesión y allí descansa la familia Kennedy, y también encontraremos la Tumba al soldado desconocido.
El cementerio del Père Lachaise
Este es el cementerio más famoso y grande de la ciudad de París, es tan acogedor que los ciudadanos lo utilizan como si fuera un parque y no es extraño ver a personas paseando por el recinto o sentadas en algunos de sus bancos. Sus más de cinco mil árboles están habitados por miles de pájaros y cientos de gatos recorren cada día tranquilamente sus calles. Pero además, en este cementerio duermen el sueño eterno el escritor Oscar Wilde, el conocido cantante Jim Morrison y el compositor Fréderic Chopin.
Cementerio Central de Viena
Situado al sur de la ciudad, es el tercer cementerio más grande de Europa y se le podría denominar "El cementerio de los músicos". Se inaguró en 1874 y además de la zona católica, posee una ortodoxa y otra protestante. Asimismo, hay dos cementerios judíos, aunque el más antiguo fue destrozado por los nazis en noviembre de 1938, en la tristemente famosa "Noche de los cristales rotos".
También encontraremos un monumento en recuerdo de Wolfgang Amadeus Mozart, a pesar de su su cuerpo descansa en otro cementerio de la ciudad, el Saint Marx.
Cementerio de Chauchilla
Este singular cementerio, situado a treinta kilómetros de la ciudad de Nazca, en Perú, está considerado desde 1997 sitio arqueológico, lo que ha impedido su desaparición. Nos encontraremos con multitud de huesos esparcidos sobre la arena del desierto, junto con trozos de vasijas u otros utensilios. Quizá lo más impresionante es descubrir momias cubiertas por ropajes, en cuya parte superior les han colocado el craneo, a veces incluso con trazas de pelo. Estas civilizaciones creían en la vida después de la muerte.
Cementerio de Polloe
Es el cementerio más grande de San Sebastián, Guipúzcoa, repleto de vistosos mausoleos que vale la pena visitar. Su nombre parece proceder de un caserio del siglo XVI, que estaba ubicado donde actualmente está el camposanto. Aquí descansa la escritora Clara Campoamor y el político del Partido Socialista asesinado por ETA en 1996, Fernando Múgica.
Cementerio de la Madeleine, en Amiens
Este cementerio, construido en el siglo XIX y repleto de árboles, es conocido principalmente por albergar la espectacular tumba de Julio Verne. El escultor Albert Roze, amigo personal del escritor, le repesenta rompiendo la lápida y con un brazo extendido hacia lo alto, con un epitafio que reza: "Hacia la inmortalidad y la eterna juventud". La tumba está considerada desde el año 1995 Monumento Histórico, y solo por verla vale la pena visitar el cementerio.
El siempre complicado momento de la despedida de un ser querido, va ligado en ocasiones a verdaderas obras de arte o a curiosas esculturas que parecen acompañar a la persona que parte hacia mundos desconocidos.
Beatriz Moragues - Derechos Reservados
Para saber más
La vuelta al mundo en 80 cementerios - Fernando Gómez (Luciérnaga)
No hay comentarios:
Publicar un comentario